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Comienza a llover.

-¡Corre! -Dice él, mientras busca un lugar para protegerse.

-Cobarde. -Grita ella, divertida. Lo coge de la mano y lo besa. Su pelo está empapado, al igual que su ropa, pero siente calor. Él se separa bruscamente.

-En serio, vamos. 

-¿Pero por qué siempre tienes que joderlo todo? Era un momento bonito, y lo acabas de echar a perder. ¿Te da miedo sentirte feliz? Pues eso parece.

-Deja de decir tonterías.

Ella resopla irritada. Camina detrás de él con gesto apesadumbrado. Siempre tiene que ceder, qué más dará un poco de agua. El cielo empieza a iluminarse, y seguidamente, gruñe, igual de mohíno que ella. 

-Explícame que tienes en contra de la lluvia.

-Nada. -Contesta cortante.- Solamente que te puedes resfriar. 

Se detienen.

-¿Desde cuándo te importa mi salud? Que yo recuerde, siempre has antepuesto tus preferencias a mí.

-¿Qué estás diciendo? Eso es mentira, sabes que te quiero por encima de cualquier cosa.

-¿Ah sí? Entonces, si tanto  te preocupa que me ponga enferma, ¿por qué no me has ofrecido aún tu cazadora, a sabiendas de que estoy mojada hasta la médula? Eso haría cualquier novio normal, pero claro,  esta no es una relación precisamente corriente. En los tres malditos meses que llevamos juntos, no has tenido ni un solo detalle conmigo. Y no me refiero a regalos, simplemente podrías presentarte un día en mi casa, llevarme a dar un paseo y demostrarles a todos que dentro tienes corazón. Porque tampoco me has dado nunca ni una jodida muestra de cariño delante de tus amigos. ¿Qué eres, un tipo duro y solo piensas en sexo? Pues a mí no me van los tipos duros, lo siento.

-Escúchame...

-No tengo nada que escuchar. -Suelta con lágrimas en los ojos.- Nuestro amor sí que se está resfriando y ya es tarde para ponerle la bufanda... es mejor que se muera cuanto antes.

Después de decir esto, echa a correr, como él le pidió.