17 abr 2012

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El cielo llora y a ellos les da igual. A nadie le importa nada. Solo hablan mierda. Mis ojos no saben nadar y ni siquiera me preocupo de que se ahoguen.
He desistido de pensar, de teorizar y de conjeturar hipótesis acerca de la suciedad que os cubre la cara. Se irán  abajo tarde o temprano. Y la única perdedora ante la mirada de los demás seré yo.
Porque aquí o eres o no eres. O "tan tú" o "tan poco tú". Ambas son terribles. Como la mayoría de la gente. Si sabes, te las das de listo; y si no sabes, eres un ignorante. ¿Entonces mejor callarse y asentir, no?  Estamos flotando en aguas turbias y ni nos molestamos en buscar algo estable a donde agarrarnos.
Y yo hace tiempo que ya no soy.  He cortado todos mis enlaces con la suerte y con la supervivencia. No me etiquetes de cobarde. Solo escapo, de ti y de todos. Créeme que donde yo estoy todo es demasiado real.
Coño, ellos no pueden imaginárselo.
Lo ven todo tan bonito, cuando en realidad su obcecación es tan grande que no entiendo que ni siquiera noten el peso de los párpados. Joder, que nadie se queda mirando al sol pero sí a las estrellas,  y son exactamente iguales; que las putas flores traen bichos y los besos secan los labios; que el amor está sobrevalorado y el odio  se subestima; que ya no se sonríe con el corazón sino con la boca; que la vida no se mide  ni se planifica; que sufrir es inevitable y el dolor viene con nosotros cosido a la columna vertebral y al cerebro; que llorar es jodidamente fácil y que ahora la mayoría de las lágrimas son de cocodrilo.

No tengo ni idea de por qué escribo ni de por qué hablo.
Tan solo advierto.
Que no intentéis buscarme alma porque se la regalé al viento hace meses. Lo que queda ahora dentro de mí es polvo. Polvo pegado a mis huesos y a mis pulmones. Estaba muy deteriorada, mi felicidad se fue descomponiendo hasta que terminé por reírme de ella, pero sin ganas.

Ya morí tantas veces que he perdido la cuenta, gracias a no querer ver a mis espaldas me han arrancado los ojos con cucharas. Todo para que este puto órgano que me mantiene viva se pueda seguir divirtiendo  follándose a mis venas y a mis arterias, sin que yo le diga "venga, sigue latiendo, cabrón."


La rabia me asfixia. Afuera sopla el viento y aquí  dentro truena.

 Nadie había logrado destruirme tanto como los aires infectados que aún respiro. Llenos de ti y de tu oxígeno. Es repulsivo imaginar que los dos vivimos de lo mismo.

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